jueves, 17 de marzo de 2011

la solidaridad


En un mundo rápido y competitivo muchas personas tienden a pensar que la clave para sobrevivir está en buscar sólo su beneficio personal, sin importar lo que ocurre con los demás. Se les llama individualistas. Al no dar ayuda, no la reciben. Piensan en sólo en sí mismas y efectúan cada acción evaluando su propia conveniencia.

Como ignoran que forman parte de una comunidad creen que sólo importan sus opiniones y necesidades. Es como si pensarán “si yo no me mojo, no importa que diluvie”. Mediante esa actitud ellos mismos dejan de importar a los demás, y su mundo se convierte en un horizonte estrecho y pobre. Por más que un hombre se esfuerce es poco lo que puede hacer solo. Entregarse a una causa común, vincularse con los demás para obtener un logro, impulsar la vida en sociedad, enriquece el pensamiento, el corazón y las posibilidades humanas.

Viviendo el valor

El valor de la solidaridad se manifiesta al reconocer que, para cualquier objetivo, no bastan los esfuerzos individuales. Quien lo vive se abre a la posibilidad de recibir ayuda, y tambien esta dispuesto a darla. Implica la busqueda de una fraternidad que comienza entre dos personas, se extiende a la sociedad, alcanza a un pais entero, trasciende las fronteras y abarca a la humanidad en su conjunto sin distinguir credo, sexo, raza, nacionalidad u orientacion politica.

Unidos para un fin común

Los hermanos crecen juntos y, con frecuencia, se unen para conseguir un objetivo común, por ejemplo, cuidar de sus padres cuando son mayores. La posibilidad de sumar esfuerzos en la búsqueda de un proposito generoso rebasa los limites de la familia y es el principio de la sociedad. Tu y tu vecino de enfrente pueden proponerse, por ejemplo, recoger a diario las hojas secas de la banqueta para beneficio de los dos. Pero tambien pueden hacer planes en bien de alguien mas, como ayudar a un companero que no sabe manejar bien la pelota de futbol y explicarle lo que ustedes saben. Cuando eres solidario sientes que la humanidad es tu gran familia, comprendes que necesitas ayuda, pero tambien est·s dispuesto a darla. Al sumar ideas, esfuerzos y trabajo el mundo empieza a transformarse. La experiencia de la comunidad enriquece tu vida.


Para la vida diaria

Conversa con tus vecinos. ¿Que esta haciendo falta en su cuadra? Organicen una accion comunitaria para resolver el problema.


Al saber de alg·n caso de necesidad (por ejemplo, un pueblo afectado por las inundaciones) participa en las campanas de apoyo, en la medida de tus posibilidades. Si cada persona lleva una bolsa de arroz , pronto habra suficiente para alimentar a los damnificados.


No permanezcas ajeno a lo que ocurre en tu ciudad, en tu pais o el mundo: escucha las noticias, lee el periodico. Piensa como puedes participar en la busqueda de soluciones.


Aprende a conocer la sociedad en que vives. Es tan grande que, con seguridad, ofrece algun mecanismo para ayudarte en lo que necesitas.

Por el camino de la solidaridad

No veas en los demas un obstaculo para tus propositos. No seas un obstaculo para los de ellos. Visualiza tu comunidad como una red de apoyo que enriqueces con tus aportaciones y puedes usar para apoyarte.


Si perteneces a un grupo (un equipo deportivo, una comunidad religiosa, etcetera) procura que vaya mas alla de su proposito original: aprovechando que ya estan juntos hagan algo en bien de los demas.


Comparte tus inquietudes con tu comunidad e invita a sus miembros a trabajar juntos en asuntos clave: la seguridad de tu barrio o la ayuda a personas muy necesitadas (por ejemplo, los ninos de la calle).

Conoce a:

1985: Cuando la tierra tembló

El 19 de septiembre de 1985 hubo un fuerte terremoto en la Ciudad de México. Cientos de edificios se cayeron, muchas personas quedaron atrapadas entre los escombros y miles más perdieron su hogar. Nadie había previsto que pudiera ocurrir algo así y los planes de emergencia que había resultaron insuficientes.

Pero los habitantes del Distrito Federal reaccionaron de una manera inesperada. Muchos de ellos, sin experiencia alguna, realizaron tareas de rescate. Otros organizaron centros de acopio para reunir ropa, agua y medicamentos para los damnificados. Algunos más trabajaron en los albergues atendiendo a los niños pequeños y los ancianos, y unos más les abrieron las puertas de su hogar. Hubo historias de peligro, heroísmo y grandes logros compartidos.


A ello se sumó una buena respuesta internacional, pues decenas de países enviaron
ayuda humana y material.


Con el temblor, de la tierra de México brotó la solidaridad. La acción comunitaria de
aquellos hombres y mujeres transformó el rostro político y social del país en las dos décadas siguientes.

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